miércoles, 3 de octubre de 2007

“Lo que cuentan los wichís”, de Miguel Ángel Palermo

Los wichis crearon una cultura propia, una manera de entender el mundo, que aparece en gran cantidad de historias. Son mitos religiosos, en los que se cree como una verdad de los dioses, pero también cuentos inventados por el simple gusto de divertirse.

“Tokjuaj y la lluvia”

Dicen que antes la Lluvia era un hombre, un hombre todo hecho de agua Era de agua pero vivía en la tierra; por eso, todo estaba siempre bastante inundado. Un día, Lluvia hizo mucha cerveza de algarroba – de esa que en el Chaco llamamos aloja – y preparó una gran fiesta. Entre los invitados estaba Tokjuaj y – vaya uno a saber por qué, ya que era riquísimo – se apareció en la reunión vestido con ropa vieja, rota y sucia.
Lluvia era bastante cascarrabias y se ofendió mucho con él, porque lo tomó como un desprecio. Por eso lo insultó de arriba abajo. Tokjuaj, entonces, fu corriendo a su casa y se cambió.
¡Qué diferencia! Quedó muy elegante: todo vestido de negro, con sombrero aludo, pañuelo blanco de seda al cuello, camisa fina, cinto con monedas de plata y unas botas espléndidas, con espuelas de plata. Se miró en un charco y – muy contento con su elegancia – volvió a la fiesta.
Pero Lluvia era un tipo bastante especial y tampoco quedó conforme. Ahora se había puesto celoso de este Tokjuaj que llamaba la atención. Por eso, apenas lo vio distraído, le tiró un rayo, que le erró por poco y partió un árbol en dos.
Claro, a Tokjuaj esto no le gustó nada, así que buscó una rama de árbol, la convirtió en un rifle (¡cosas de sus poderes mágicos!), apuntó y le tiró dos balazos. Lluvia se asustó, montó en su mula y se escapó a galope tendido.
Por detrás de él iba Tokjuaj, a los tiros, haciendo saltar astillas de los troncos y salpicando agua de los charcos con sus balas.
Al fin, Lluvia se trepó a un árbol, con mula y todo, y desde la punta de la copa pegó un tremendo salto que lo hizo llegar hasta el cielo.
Allí se ha quedado desde entonces. Pero como sigue con miedo a Tokjuaj, no para un momento y va de acá para allá, montado en su mula mañera, que cada tanto patea, y eso son los truenos. Anda envuelto hasta la cabeza con su poncho de flecos larguísimos, que son los chorros de agua cuando llueve, y cada tanto asoma los ojos: así se forman los relámpagos, como reflejos de esa mirada terrible que tiene.


Miguel Ángel Palermo nació en Buenos Aires, en 1948.
Es antropólogo, fue docente en la Universidad de Buenos Aires e investigador del CONICET. Escribió la colección La otra historia, de divulgación sobre los pueblos aborígenes (Segundo Premio Nacional de Etnología y Folklore, Secretaría de Cultura de la Nación), y es coautor de los volúmenes 6 y 7 de la serie didáctica El trébol azul (Aique Grupo Editor). En narrativa, escribió Superhéroes de nuestro pueblo, Lo que cuentan los onas, Loque cuentan los guaraníes y Lo que cuentan los tehuelches.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy en 5to y estoy leyendo esta leyenda te queria decir que nos hacen preguntas y yo no las entiendo ,podrias hacer un resumen de la leyenda? . Gracias

Anónimo dijo...

juan dijo...
Dalpone de que se trata la leyenda